miércoles, noviembre 19, 2008

Cap 5: La madre de Juliana

Don Manuel, desde el comienzo de su vida, había lanzado sobre sí una sentencia "No serle fiel a nada, ni a nadie, solo a sí mismo", de esa misma forma fue con las mujeres, con su hijos, con sus intereses políticos, y con todo. Manuel, si podemos decirle así, sin faltarle al respeto en esta parte del relato, era alguien cuya ambición se le notaba en el solo saludar, el apretar de manos, el caminar y en el tono alto con el que pronunciaba cualquier frase que se requiriera decir, y en la mirada altiva e inquisidora tras sus dos grandes cejas negras y espesas.

Se había enamorado en su juventud de una prostituta, la segunda mujer más hermosa que había pisado el suelo de Serenidad, era una mujer alta, de senos perfectos, pelo negro ondulado, olor penetrante e inolvidable, piel blanca pero con ascendencia negra, la cual le daba firmeza a cada músculo que poseía, cuello estirado, labios rojos, mirada miel, sus nalgas eran un precipicio a la locura y mirando su espalda se embelesaba hasta el más indiferente de los dioses. Esta mujer dominó mucho tiempo al heredero del pueblo, hasta que su único embarazo la hizo alejar de Manuel y este en un ataque de celos, de ira, rabia y desespero, la mando a matar para quitarle la niña que nació del único amor que había tenido en su vida.

La niña había nacido a los pocos días de matrimonio de Manuel y fue traída al hogar de los Villamizar - Altagracia y adoptada a la fuerza por Margarita Altagracia, la esposa estresante y estresadora que haría pagar con su mal genio todas las desavenencias de Manuel, pasadas, presentes, futuras y de vidas venideras hasta la eternidad.

Juliana creció entonces bajo la mirada enfermiza del papá, la sangre dominante y furtiva de su madre y los celos de su madrastra. Afortunada o desafortunadamente la madrastra solo vivió hasta los 10 años de Juliana, evitando ver el vejamen que cometería su padre al volverla el premio político de sus amigos y enemigos.

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